Es una trampa mi casa
que tan ajena siento.
Sus ventanas, sus puertas
encierran y ocultan la más
absoluta soledad.
Salgo a la calle y es una jungla
dónde todos somos
las presas de los demás
y asustados atacamos
o nos defendemos.
Y en el trabajo
uno es esclavo
de otro que a la vez
lo es de sí mismo.
No hay escapatoria.
Hasta la muerte
nos ordena que muramos.
No hay pues salida alguna.
Todos vivimos encarcelados.
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