31 d’octubre, 2008

Ja,ja,ja

La vieja que anda por la calle

ve como el paleta entra

en la nueva gran tienda

que esconde tras sus 9 cortinas

un gran secreto.

La puerta queda entreabierta

y ella aprovecha

para cambiar su ruta,

retrocede con poco disimulo

e intenta husmear

qué se cuece ahí dentro.

Alguien le cierra la puerta

en todas sus narices.

La vieja molesta

(en ambos sentidos

de la palabra)

sigue con inercia

su nuevo rumbo

en dirección opuesta,

a la búsqueda,

como audaz aventurero,

de nuevos e inhóspitos mundos.

29 d’octubre, 2008

O vómito o diarrea

Decídete ya,

sal por el culo

o por la boca

pero deja de atormentar

mi estómago.

Pero al final,

como siempre,

toda la mierda

acaba saliendo

por mi polla.

27 d’octubre, 2008

Cúbrete

Tus lágrimas serán

en exceso saladas

cuando las malas noticias

lleguen a tu casa.

Y su sal cubrirá tus heridas

cuando estés sangrando.

Te va a doler,

pero también

te va a salvar.

Y si no hay sal

pues pon fango

o pon dentífrico

o pon manteca

o pon mata ratas.

La cuestión es cubrir.

Lo que hay debajo

no sé siente

si nadie lo ve.

25 d’octubre, 2008

Por desgracia

Sufrir insomnio y despertarse

cada día a las 4 de la mañana,

no está mal.

Soportar una irritación crónica

de la garganta y no poder

beber cerveza fría,

no está mal.

Recibir centenares de correo basura

semana tras semana,

no está mal.

Perder todos los teléfonos

de tus amigos o allegados,

no está mal.

Siempre hay cosas peores.

23 d’octubre, 2008

Pescador

Jadeándose a la deriva

esputos a ciegas

pescado sin red

perdido sin remos

anclas en el cielo

estremecedor de falso azul

pesadilla desolada

brutal mar en calma

verde es el abeto

que dejó de serme fiel

20 d’octubre, 2008

Última jugada

Sobrevivir en un mundo

que desea matarte,

este es el grandísimo arte

de nuestra existencia.

Y darte cuenta pronto

que cada mañana al levantarte

das un paso en falso más

que te hará perder la partida.

17 d’octubre, 2008

Amar

poco lo amé
aunque él mucho me amó

se soltó
admitió y
vociferó:

no podría soportarlo
estando vivo

y piedad por sigo mismo
pidió

luego se mató

aparenté
actué y
lloré

aunque mi yo

nunca lloró

15 d’octubre, 2008

Orgullo

cuando las fieras se abalanzan

su orgullo se propaga

descubierto entre espinosas ramas

hacia la oscuridad de la fosa

13 d’octubre, 2008

El metro

Cuando Adrián entró no encontró sitio para sentarse. El metro estaba abarrotado de gente. Era una de esas cosas que le disgustaban. Estar encerrado en un espacio pequeño con tanta gente, y encima todos eran desconocidos. Adrián había venido de Méjico a estudiar cine. En su país las escuelas de cine que había eran bastante caras y su economía no se lo permitía. Le salía más barato coger un avión y marcharse a España. Llevaba ya tres años allí. Y se había acostumbrado a la mayoría de cosas, pero a estar encerrado en el metro en hora punta, no. A aquello todavía no estaba acostumbrado.

Hacía relativamente poco había visto una película de Bresson en la que un chaval robaba carteras estando en un vagón de tren. Bresson, que era uno de sus directores predilectos, sabía contar muy bien en imágenes ese tipo de situaciones, pensaba. Jugaba con los sonidos molestos del metro en circulación para crear tensión en la situación y en el espectador. Era un crack, se repetía.

Sentado en un reservado para ancianos, un hombre con bigote y mandíbula prominente, leía el País. No le estaba gustando nada lo que leía. Hacía poco, unos jóvenes de Girona habían quemado una foto del Rey Juan Carlos y la habían armado. Medio país estaba hablando de ello y estaban buscando a los culpables para llevarlos al tribunal supremo. A malas les podían caer dos años. Lo que le molestaba al hombre con camisa a rayas, no era la pura gamberrada propia de un adolescente, sino todo el barullo que aquello había levantado. Vaya estupidez, pensaba. Con los problemas serios que hay en este país y los de arriba pierden todo el tiempo y sus esfuerzos en pequeñeces como esta. A su lado, pintándose las uñas de un color desafortunado, una mujer de unos 38 años y de muy buen ver, pensaba que quizás era ella la que tenía que llamar. Al fin y al cabo, era ella la que lo había plantado con la intención de hacerse suplicar un poco más y así dejar a Miguel más enamorado. Aunque le costaba. Ella nunca era la que llamaba. Todos sus pretendientes siempre daban el primer paso.

El metro se detuvo y bajó mucha gente. Estaban en una parada importante. A Adrián siempre le había gustado aquella parada. Era su salvación. Como por arte de magia se quitaba de encima todos aquellos cuerpos molestos. Ojalá todas las paradas fueran iguales, deseaba, y me dejaran el espacio vital que todo hombre con principios necesita. Ya se había sacado a Bresson de la cabeza cuando vio a un muchacho bastante nervioso. Aquello le pico la curiosidad y con disimulo forzado lo estuvo observando. Adrián no sabía que aquel muchacho se llamaba Pedro y tampoco sabía que era 8 años menor que él, ni que en un futuro trabajarían juntos en el mundo del cine.

Pedro parecía un colador. Su cara castigada de granos rojizos le hacía sufrir y detestaba la pubertad por dos razones: el acné juvenil y su virginidad. Pedro era barcelonés de toda la vida. Había estudiado en una escuela de maristas y ahora no tenía claro si ir a estudiar a la universidad o empezar a trabajar para ganar dinero. El dinero era una cosa que le preocupaba. Sus padres siempre habían sido pobres y le habían advertido más de una vez que si quería estudiar tendría que pagárselo de sus propios bolsillos. Pero Pedro no tenía intención alguna de estudiar y trabajar a la vez. Sabía de sobras que la buena vida del estudiante, solo es buena, si uno no trabaja. Y ya tenía algún plan para remediar esa situación.

Adrián sacó un libro de su chaqueta e hizo como si empezara a leer. Lo había visto en muchas películas y siempre funcionaba. Un libro entre las manos es la mejor estrategia para observar a los demás. Cada minuto o minuto y medio giraba una página. De vez en cuando levantaba la vista y miraba a Pedro que cada vez estaba más alterado. Adrián lo tenía claro, aquello era Pickpocket, pero aquí el punto de vista cambiaba. El protagonista no era Pedro, sino él. Y mientras pasaba otra página pensaba en que algún día podría hacer una especie de remake de la película de Bresson cambiando el punto de vista.

Al lado de Adrián estaba un viejo de pie, maldiciendo a todos los que estaban sentados. Él era el que necesitaba el asiento. Él estaba cansado y ya tenía cierta edad como para estar de pie tanto rato. ¿Cómo era posible que la gente no se diera cuenta de ello? Cuando él era joven siempre fue educado y servicial hacía los más mayores. Su padre siempre le decía: tienes que respetar a los mayores, piensa que ellos ya han llegado a una edad en la que quizás tú nunca llegues; solo por eso ya merecen un respeto. ¿Era así como le pagaba Dios o quién fuera su buena conducta? Si volviera a ser joven nunca más volvería a ser bueno, se prometía. Todos ellos eran una panda de vagos egoístas republicanos. ¡Ay, si Franco estuviera vivo! ¡Al garrote vil os enviaba yo a todos! Sus piernas flaqueaban y cada vez que el metro aminoraba o aceleraba, el viejo tenía que agarrarse con todas sus fuerzas al mástil central del vagón.

El metro se detuvo en Hospital Clínic. A Adrián le ponía de buen humor aquella parada. Le daba buenos recuerdos. Allí se encontraba la filmoteca. Había pasado muchas tardes sentado en una butaca de la filmoteca, viendo todo tipo de películas. Hacían tres sesiones, la primera empezaba a las cinco de la tarde, la segunda a las siete y media y la última la daban a las diez de la noche. Le gustaba la puntualidad de la filmoteca. Si empezaba a las cinco, era a las cinco y si llegabas tarde, no te dejaban entrar. Le encantaba aquella norma. Le molestaba que alguien entrase cuando ya ha empezado una película. Quién fuese, siempre se sentaba justo delante y mientras se sacaba el abrigo y ocupaba su sitio te tapaba toda la pantalla, y eso sin contar el ruido, le hastiaba el crujir de las palomitas. Afortunadamente tampoco dejaban entrar comida. Cuando Adrián podía asistir a las tres sesiones era el día perfecto. Y si encima las tres películas le habían gustado, ya no se podía pedir más. Entre sesión y sesión aprovechaba para tomar una caña o comer un frankfurt en el Pato Donildo. Los había probado todos. El Frankfurt, el bratswurtst, el picantwurtst, la cervela, la malagueña, el pincho moruno, la butifarra moruna, la butifarra del vallés, la chistorra, la hamburguesa, la hamburguesa picante...En verano cuando hacía mucho calor Adrián iba diariamente a la primera sesión. Hicieran lo que hicieran, aunque ya la hubiese visto mil veces. Se sentaba en su sitio, si estaba libre siempre escogía el mismo, en la parte derecha, el segundo asiento de la antepenúltima fila. Y allí se dormía escuchando buenos diálogos y con la temperatura óptima del aire acondicionado subvencionado por la Generalitat. A Adrián, como compraba el bono, le salía a euro por sesión y para relajarse del calor ya le valía la pena.

Pedro no dejaba de mirar por todos lados. Adrián aún no había descubierto porqué estaba tan nervioso y ahora hasta él empezaba a ponerse nervioso. Llegó su parada, pero decidió no salir. Quería saber que haría Pedro. El hombre con bigote, mandíbula prominente y camisa a rayas dobló el País, se levantó y salió del metro. El viejo cascarrabias dio un paso en dirección al asiento, pero una chica inglesa o escocesa bastante fea se le adelanto. El viejo apretó su puño con rabia. Le hubiese gustado pegarle un puñetazo a la extranjera. La mujer de unos 38 años guardó el pinta uñas y con cuidado, evitando despintarse las uñas, cogió su móvil, marcó 9 dígitos y empezó a hablar con su voz molesta de pito.

El ruido del arrancar del metro sumado a la voz fastidiosa de la mujer de la uñas largas volvió a recordar a Adrián la película de Bresson. Se acerca el clímax, se decía orgulloso de anticiparse al final. Pedro seguía moviendo los ojos de izquierda a derecha, como vigilando a un fantasma. Una gota de sudor se deslizaba de su frente izquierda hacia su mejilla. El metro se detuvo y se abrieron las puertas. Adrián tendría la oportunidad de presenciar en persona un hurto. Aquello le entusiasmaba. Pero cuando Pedro puso su mano encima del pecho derecho de la mujer que estaba hablando por el móvil y echó a correr justo después de que se cerrasen las puertas, Adrián quedó más sorprendido que la propia mujer.

10 d’octubre, 2008

Bienvenido al infierno

He practicado el mal

durante toda una vida.

Disculparme ahora

ante mis víctimas

no va a cambiar nada.

08 d’octubre, 2008

L’últim son, la fi dels mals sons

M’estiro i tanco els ulls.

Noto com la sorra em va cobrint el cos.

A dos metres sota terra s’hi està més bé.

Ningú, ni res t’emprenya.

És el meu son final,

deixeu-me morir en pau.

06 d’octubre, 2008

Te comprendí

te conocí un día de abril

en mi coche a oscuras bajo alfileres

de azúcar salado

el mundo chillaba y

yo deseaba

un cuerpo no una mente

tu seguías pensando y

yo quería

los coches fluían

como amapolas morían y

yo deseaba

una esperanza

tú lo sabías y

muy lista

me abandonaste

te comprendí

te comprendí

04 d’octubre, 2008

Deseos

quisiera ser viento y

rasgar tu mórbida piel fina

como lo haría la punzante espina

de una esbelta rosa salvaje y

abrirte mil heridas

para que dulcificadas

gotas de sangre manaran

quisiera ser agua en la mar salada y

sorber tu roja sangre viva y

removerla ávidamente

con apasionadas olas de espuma

deseosas de deseo

quisiera también ser pez espada y

beber con nervio e Iratí sangre virginal caída y

nadar volando entre nubes

hacia el lejano infinito

quisiera ser hombre y

pescar el pez afortunado y

engullir en mis adentros

tu apariencia desbordante y

heredar tu gran belleza

instigadora de celosas masas y

regar con mis jugos

a la llamada tierra unida y

darle estando en vida

la esperanza que necesita

02 d’octubre, 2008

Perdón

dominando mi interior

yo creía que podía

pero uno sabe

uno piensa

se exime de sus obligaciones

a menudo veo pasar olas divinas

veo buscar piedras inmundas

aquellas que saben morir y

viven muriendo

supervivientes de la incomprensión

limpiando mis sentimientos

no sé qué pensar

ya no queda tiempo


perdón