31 de desembre, 2009

Realidad

lo vivido
en tanto
que queda
escrito
nunca
ha existido

25 de desembre, 2009

Los buenos momentos no se comparten

No, no quiero que me roben
mis minutos de felicidad.
Las alegrías no se comparten,
se disfrutan y protegen
de los cuerpos extraños, extranjeros.
Uno debe guardarlos como un tesoro
enterrado en la isla más remota.

Compartir la tristeza es otro asunto.
Mejor que no viva en tu casa.
Repártela entre tus allegados, regálala.
Con suerte alguien se la queda.

No escribas sobre cosas buenas.
Guárdalas para otros menesteres.
Cuenta solo lo malo,
lo que quieras echar
de tu triste vida.

20 de desembre, 2009

Serrín

Después de una noche como aquella,
llena de excesos y proezas,
canalladas y gamberradas,
engañando al ser que hay en mí,
pretendiendo ser las doce cuando son las seis,
poco queda de razón, de mentón,
solo algún que otro serrín
que ya ni sirve para ocultar
los vómitos de mi garganta.

15 de desembre, 2009

Mongas

El futuro solo puede funcionar,
solo tiene salida y escapatoria,
si es dirigido por mongas.

Nuestros pueblos, ciudades, países,
nuestros continentes, tienen que ser
gobernados por disminuidos.

Solo ellos tienen corazón y
buena voluntad.
Son los únicos herederos
merecedores de tal privilegio.

Los que ahora coronan el poder
son demasiado listos
en su afán lucrativo y
desgraciados y egoístas
e hijos de perra y de puta y
de todo lo mal conocido.

El futuro solo puede funcionar,
solo tiene salida y escapatoria,
si es dirigido por mongas.

06 de desembre, 2009

Ginecólogo Kojak

Mi buen ginecólogo me abría la puerta con un kojak en la boca.
Sonreía, giñaba su ojo izquierdo y me hacía pasar.
Hablaba de banalidades mientras me pedía sutilmente que me desnudara y me tumbara en la camilla.
Vamos a ver cómo está todo, decía, se frotaba las manos y se ponía los guantes de látex.
Yo miraba hacia arriba, las paredes eran blancas y agrietadas.
Introducía luego su Kojak en mi vagina.
Le daba unas vueltas, se lo metía en la boca y decía está todo bien, muy bueno, ya te puedes vestir.
Se sentaba en su mesa de costado y lamía y relamía el Kojak con una mano mientras se despedía con la otra.
Su sonrisa para nada era maliciosa.
Y yo salía de allí contenta y segura de no tener nada malo.