como si fuéramos focas
bajo el puente que hay aquí al lado
justo delante del lago
para que todo el vecindario
disfrute de nuestro aniversario.
como si fuéramos focas
bajo el puente que hay aquí al lado
justo delante del lago
para que todo el vecindario
disfrute de nuestro aniversario.
Y nadie hablaba cuando en las noticias
salía el hombre del tiempo.
Y en su casa siempre merendaba nocilla.
Y yo reía de sus bromas.
Y su carisma me llenó.
Y tuvo que ir demasiadas veces al hospital,
cosa que a nadie deseo.
Y solo tuvo una esposa y una hija,
pero qué gran esposa y qué gran hija.
Y su perro era un campeón.
Y construía cabañas cerca de su casa con mi hermano.
Y le retiraron un riñón.
Y siempre lo recordaré.
Y ayer murió.
Descansa en paz.
y está convencido que todo
lo que no sea vivir al límite
es una nadería.
Isabel asegura que lucir sus
piernas es motivo de vida,
que ver como impávidos
se quedan los gusanos y los albañiles
cuando la oyen cruzar con prisa
una calle, es la alegría del día a día.
Juan está absolutamente convencido,
ser rico es el único motivo
que le levanta a las siete de la mañana,
llueva o no llueva, cada día.
No sufrir insomnio,
no contagiarse,
no pillar un cáncer
chilla Enrique dejándose roja
y afónica la garganta.
Pero no hay nada más equívoco,
el sentido de la vida
uno solo lo alcanza
cuando llega su muerte.
Ellos me ven como la nada, como un ser transparente,
yo siento el mismo desprecio por todos ellos.
Sé que aunque anden altivos entre las multitudes de sus vacíos
y aparenten estar en sus cabales caminando entre el asfalto
cuando llegan a sus casas frías se mueren de asco.
Igual que yo y mis miedos o angustias,
todos somos iguales ante este desastre de presente
y nunca nadie nos salvará del catastrófico futuro.
Perdido en el infierno
ando de izquierda a derecha
buscando la salida
pero todas las puertas arden
y me queman las yemas.
No sé que habré hecho estando en vida
pero ahora alguien me castiga.
Por fin busco un refugio
dentro de un agujero inmenso
lleno de babas
hasta que mis pies se quejan
como la carne viva entre brasas
que pronto va a ser degustada.
en que tus piernas
me impresionaron.
Reí con tus gracias
y disfruté de tus besos,
de permanecer noches
enteras entre tus brazos.
Tus mentiras bien me engañaron
durante demasiados años.
Más dándome razón
el tiempo se ha esfumado
y con él toda tu imagen
de diva divina.
Ya no te debo nada
gran zorra de mi despojada.
no saben de las desgracias de este mundo.
Los que ríen tras un buen chiste
tendrían que sufrir un paro cardíaco.
Los que disfrutan comiendo
merecen una diarrea crónica.
Los satisfechos en el amor
mejor encerrarlos en prisión.
El mundo no está hecho para disfrutar.
El mundo en si es peor que una tragedia griega.
Hagamos pues con orgullo nuestro papel
de náufragos secundarios a la deriva.
Al no tener tiempo
para escribir durante el día
mi mente perturbada me obliga
a teclear chorradas como estas
por la noche.
Los árboles, la gente, todo se hiela.
Hace frío hasta en estío.
Los corazones ya no palpitan.
Los abrazos no son abrazos
sólo ataduras que nos rodean
y nos aplastan.
Las estatuas de hierro son los únicos amantes
que se mantienen derechos
y las aves que en sus hombros creen encontrar consuelo
resbalan y chocan contra el suelo.
Aquella noche se prestaba a ser glamurosa. Las limusinas llegaban una a una y de dentro salían las celebridades. Primero, más puntuales a su cita, salían los directores de las películas nominadas, andaban unos segundos por la alfombra roja rodeados de flashes, hasta que unos cuantos periodistas se les echaban encima para hacerles preguntas. Después, haciéndose rogar más de lo necesario, salían de los coches los actores y actrices, acompañados de sus respectivas parejas. Detrás del cordón protector se apelotonaba la multitud ansiosa por ver a su ídolo mediático y un sinfín de brazos agarrados a un bolígrafo y a un papel, sobresalían intentando acaparar su atención. Los más afortunados conseguían que alguno de ellos se detuviera para dar un autógrafo. Cuando la estrella que salía de la limusina era más conocida de lo habitual, la riada de gente se descontrolaba y los de seguridad tenían que empezar a empujar. Había millones de personas que seguían atentamente desde sus casas aquél acontecimiento y todos los que eran de otro país trasnochaban cada año. Los premios Oscar eran de interés mundial.
Llevaban ya retraso cuando cerraron las puertas y empezó la gala. Como siempre, salía el presentador y contaba chistes y hacía juegos de palabras con los nombres de las celebridades a partir de un guión previo y meditado, y los asistentes reían a carcajada limpia y aplaudían sin parar. A todos les entusiasmaba el privilegio de ocupar aquellas butacas. A medida que avanzaba la ceremonia se iban revelando las nominaciones.
Era de esperar que las mejores películas que llegaban a ser nominadas no se llevasen nada y las favoritas, por las que las revistas de cine mensuales apostaban, y las que la mayoría de espectadores adulaban, acaparasen la mayoría de estatuillas. Cada año era lo mismo y extrañamente había sorpresas.
Recuerdo vagamente una vez que los pronósticos fallaron y se lió una buena. Al siguiente año hicieron una remodelación estricta de jurado. Era impensable que una película de bajo presupuesto o extranjera obtuviera alguna estatuilla, ya era mucho pedir si estaba nominada. De hecho, para las películas extranjeras ya se había creado un premio especial. Suponían que una producción fuera de sus dominios no era comparable con sus exitazos de taquilla y era inviable otorgarle un Oscar por efectos especiales, vestuario o guión original.
Lo mismo ocurría con los actores y actrices desconocidos. Y, por supuesto, un director de cine tenía que ganarse la simpatía del país entero. Un director negro nunca había ganado un premio.
Eran conocidos, por muchos amantes del cine, los numerosos errores a la hora de otorgar el galardón a la persona equivocada o a quién menos lo merecía, de la academia, para ello habían inventado la estatuilla honorífica, para remediar tales errores. Aun así, maestros indiscutibles como, Hitchcock, Godard, Ozu o Tarkovsky ni tan solo habían merecido tal reconocimiento. Pero así era la vida en Estados Unidos.
Por eso, cuando dieron el premio de mejor director a Fritz Lanegan, un cineasta del todo desconocido para la gran mayoría de los presentes y del mundo entero que seguía con atención la gala por televisión, hubo un silencio sepulcral en toda la sala, hasta que unos tímidos aplausos empezaron a romper el hielo y llenaron la sala.
Fritz se levantó tímido y se dirigió a la tarima. Era alto y delgado y llevaba parche. Las malas lenguas decían que hacía tiempo un loco le había cortado el ojo. Se le veía muy emocionado. Dio dos besos a la actriz y esta le hizo entrega del trofeo que él recogió con las manos temblorosas. Reguló el micro a su altura y empezó a leer una nota de agradecimiento que llevaba en el bolsillo trasero de su pantalón de pinza.
Su vida no había sido nada fácil. Para él aquel reconocimiento significaba mucho. Lo había estado soñando toda la vida. Creía que después de aquello sería imposible conseguir una cima mayor. Se sentía orgulloso. Pensaba ahora en todas aquellas personas que en su momento lo habían menospreciado. Sabía que su familia no le había ayudado y había perdido a todos sus seres queridos por obsesionarse tanto con el cine. En realidad estaba completamente solo. No tenía a nadie con quien compartir su alegría. La mujer que lo acompañaba estaba comprada, le pagaba dinero para que le hiciera compañía. Había hecho que le preparasen una fiesta en caso de que ganara, le había costado un dineral, pero para él el dinero no era un problema y era importante, en ese mundo, simular que uno tenía amigos. Cuando acabase la fiesta se iría a su casa. Allí le estaría esperando su perro, su único amigo verdadero.
Su voz temblaba y empezaron a caerle unas lágrimas. Se le veía impresionado. Una vez soltado su discurso se secó las lágrimas de los ojos con la mano izquierda mientras introducía la derecha en el bolsillo de su americana para sacar una pistola envuelta en un pañuelo y pegarse un tiro bajo la mandíbula y delante de todos. No dio ni tiempo para los aplausos. Aquel año los Oscar dieron mucho que hablar.
Por fin encuentra la llave en su bolsillo.
La introduce en la ranura y la puerta se abre.
Recorre a oscuras el largo pasillo.
Su mano roza las paredes rugosas.
Avista una luz al fondo, justo al final.
La luz de la cocina le da la bienvenida encendida.
Encima del mármol le aguarda el cuchillo.
una hoja se desliza por el tobogán
y cae flotando encima del charco,
un charco solitario, sin ni siquiera fango.
Un cuervo intenta dormir,
agarrado a la rama del único árbol
que ocupa el parque,
mientras sueña que ya no se ríe
de los niños que caen al suelo.
El sol está en su punto más alto,
justo en medio del día,
dónde todo lo que le rodea
está a su alcance, pero nada avista.
A lo lejos cubierto por cuatro maderas
mal descansa un viejo
tumbado en su cama.
Le duelen la cabeza y los hombros
y las manos y las piernas.
Quizás es el único ser vivo
en veinte quilómetros a la redonda
y seguramente no es de su agrado
permanecer allí sin nadie,
tan solitario y aún con vida.
ve como el paleta entra
en la nueva gran tienda
que esconde tras sus 9 cortinas
un gran secreto.
La puerta queda entreabierta
y ella aprovecha
para cambiar su ruta,
retrocede con poco disimulo
e intenta husmear
qué se cuece ahí dentro.
Alguien le cierra la puerta
en todas sus narices.
La vieja molesta
(en ambos sentidos
de la palabra)
sigue con inercia
su nuevo rumbo
en dirección opuesta,
a la búsqueda,
como audaz aventurero,
de nuevos e inhóspitos mundos.
sal por el culo
o por la boca
pero deja de atormentar
mi estómago.
Pero al final,
como siempre,
toda la mierda
acaba saliendo
por mi polla.
Tus lágrimas serán
en exceso saladas
cuando las malas noticias
lleguen a tu casa.
Y su sal cubrirá tus heridas
cuando estés sangrando.
Te va a doler,
pero también
te va a salvar.
Y si no hay sal
pues pon fango
o pon dentífrico
o pon manteca
o pon mata ratas.
La cuestión es cubrir.
Lo que hay debajo
no sé siente
si nadie lo ve.
Sufrir insomnio y despertarse
cada día a las 4 de la mañana,
no está mal.
Soportar una irritación crónica
de la garganta y no poder
beber cerveza fría,
no está mal.
Recibir centenares de correo basura
semana tras semana,
no está mal.
Perder todos los teléfonos
de tus amigos o allegados,
no está mal.
Siempre hay cosas peores.
esputos a ciegas
pescado sin red
perdido sin remos
anclas en el cielo
estremecedor de falso azul
pesadilla desolada
brutal mar en calma
verde es el abeto
que dejó de serme fiel
que desea matarte,
este es el grandísimo arte
de nuestra existencia.
Y darte cuenta pronto
que cada mañana al levantarte
das un paso en falso más
que te hará perder la partida.
admitió y
vociferó:
estando vivo
pidió
actué y
lloré
nunca lloró
su orgullo se propaga
descubierto entre espinosas ramas
hacia la oscuridad de la fosa
Cuando Adrián entró no encontró sitio para sentarse. El metro estaba abarrotado de gente. Era una de esas cosas que le disgustaban. Estar encerrado en un espacio pequeño con tanta gente, y encima todos eran desconocidos. Adrián había venido de Méjico a estudiar cine. En su país las escuelas de cine que había eran bastante caras y su economía no se lo permitía. Le salía más barato coger un avión y marcharse a España. Llevaba ya tres años allí. Y se había acostumbrado a la mayoría de cosas, pero a estar encerrado en el metro en hora punta, no. A aquello todavía no estaba acostumbrado.
Hacía relativamente poco había visto una película de Bresson en la que un chaval robaba carteras estando en un vagón de tren. Bresson, que era uno de sus directores predilectos, sabía contar muy bien en imágenes ese tipo de situaciones, pensaba. Jugaba con los sonidos molestos del metro en circulación para crear tensión en la situación y en el espectador. Era un crack, se repetía.
Sentado en un reservado para ancianos, un hombre con bigote y mandíbula prominente, leía el País. No le estaba gustando nada lo que leía. Hacía poco, unos jóvenes de Girona habían quemado una foto del Rey Juan Carlos y la habían armado. Medio país estaba hablando de ello y estaban buscando a los culpables para llevarlos al tribunal supremo. A malas les podían caer dos años. Lo que le molestaba al hombre con camisa a rayas, no era la pura gamberrada propia de un adolescente, sino todo el barullo que aquello había levantado. Vaya estupidez, pensaba. Con los problemas serios que hay en este país y los de arriba pierden todo el tiempo y sus esfuerzos en pequeñeces como esta. A su lado, pintándose las uñas de un color desafortunado, una mujer de unos 38 años y de muy buen ver, pensaba que quizás era ella la que tenía que llamar. Al fin y al cabo, era ella la que lo había plantado con la intención de hacerse suplicar un poco más y así dejar a Miguel más enamorado. Aunque le costaba. Ella nunca era la que llamaba. Todos sus pretendientes siempre daban el primer paso.
El metro se detuvo y bajó mucha gente. Estaban en una parada importante. A Adrián siempre le había gustado aquella parada. Era su salvación. Como por arte de magia se quitaba de encima todos aquellos cuerpos molestos. Ojalá todas las paradas fueran iguales, deseaba, y me dejaran el espacio vital que todo hombre con principios necesita. Ya se había sacado a Bresson de la cabeza cuando vio a un muchacho bastante nervioso. Aquello le pico la curiosidad y con disimulo forzado lo estuvo observando. Adrián no sabía que aquel muchacho se llamaba Pedro y tampoco sabía que era 8 años menor que él, ni que en un futuro trabajarían juntos en el mundo del cine.
Pedro parecía un colador. Su cara castigada de granos rojizos le hacía sufrir y detestaba la pubertad por dos razones: el acné juvenil y su virginidad. Pedro era barcelonés de toda la vida. Había estudiado en una escuela de maristas y ahora no tenía claro si ir a estudiar a la universidad o empezar a trabajar para ganar dinero. El dinero era una cosa que le preocupaba. Sus padres siempre habían sido pobres y le habían advertido más de una vez que si quería estudiar tendría que pagárselo de sus propios bolsillos. Pero Pedro no tenía intención alguna de estudiar y trabajar a la vez. Sabía de sobras que la buena vida del estudiante, solo es buena, si uno no trabaja. Y ya tenía algún plan para remediar esa situación.
Adrián sacó un libro de su chaqueta e hizo como si empezara a leer. Lo había visto en muchas películas y siempre funcionaba. Un libro entre las manos es la mejor estrategia para observar a los demás. Cada minuto o minuto y medio giraba una página. De vez en cuando levantaba la vista y miraba a Pedro que cada vez estaba más alterado. Adrián lo tenía claro, aquello era Pickpocket, pero aquí el punto de vista cambiaba. El protagonista no era Pedro, sino él. Y mientras pasaba otra página pensaba en que algún día podría hacer una especie de remake de la película de Bresson cambiando el punto de vista.
Al lado de Adrián estaba un viejo de pie, maldiciendo a todos los que estaban sentados. Él era el que necesitaba el asiento. Él estaba cansado y ya tenía cierta edad como para estar de pie tanto rato. ¿Cómo era posible que la gente no se diera cuenta de ello? Cuando él era joven siempre fue educado y servicial hacía los más mayores. Su padre siempre le decía: tienes que respetar a los mayores, piensa que ellos ya han llegado a una edad en la que quizás tú nunca llegues; solo por eso ya merecen un respeto. ¿Era así como le pagaba Dios o quién fuera su buena conducta? Si volviera a ser joven nunca más volvería a ser bueno, se prometía. Todos ellos eran una panda de vagos egoístas republicanos. ¡Ay, si Franco estuviera vivo! ¡Al garrote vil os enviaba yo a todos! Sus piernas flaqueaban y cada vez que el metro aminoraba o aceleraba, el viejo tenía que agarrarse con todas sus fuerzas al mástil central del vagón.
El metro se detuvo en Hospital Clínic. A Adrián le ponía de buen humor aquella parada. Le daba buenos recuerdos. Allí se encontraba la filmoteca. Había pasado muchas tardes sentado en una butaca de la filmoteca, viendo todo tipo de películas. Hacían tres sesiones, la primera empezaba a las cinco de la tarde, la segunda a las siete y media y la última la daban a las diez de la noche. Le gustaba la puntualidad de la filmoteca. Si empezaba a las cinco, era a las cinco y si llegabas tarde, no te dejaban entrar. Le encantaba aquella norma. Le molestaba que alguien entrase cuando ya ha empezado una película. Quién fuese, siempre se sentaba justo delante y mientras se sacaba el abrigo y ocupaba su sitio te tapaba toda la pantalla, y eso sin contar el ruido, le hastiaba el crujir de las palomitas. Afortunadamente tampoco dejaban entrar comida. Cuando Adrián podía asistir a las tres sesiones era el día perfecto. Y si encima las tres películas le habían gustado, ya no se podía pedir más. Entre sesión y sesión aprovechaba para tomar una caña o comer un frankfurt en el Pato Donildo. Los había probado todos. El Frankfurt, el bratswurtst, el picantwurtst, la cervela, la malagueña, el pincho moruno, la butifarra moruna, la butifarra del vallés, la chistorra, la hamburguesa, la hamburguesa picante...En verano cuando hacía mucho calor Adrián iba diariamente a la primera sesión. Hicieran lo que hicieran, aunque ya la hubiese visto mil veces. Se sentaba en su sitio, si estaba libre siempre escogía el mismo, en la parte derecha, el segundo asiento de la antepenúltima fila. Y allí se dormía escuchando buenos diálogos y con la temperatura óptima del aire acondicionado subvencionado por
Pedro no dejaba de mirar por todos lados. Adrián aún no había descubierto porqué estaba tan nervioso y ahora hasta él empezaba a ponerse nervioso. Llegó su parada, pero decidió no salir. Quería saber que haría Pedro. El hombre con bigote, mandíbula prominente y camisa a rayas dobló el País, se levantó y salió del metro. El viejo cascarrabias dio un paso en dirección al asiento, pero una chica inglesa o escocesa bastante fea se le adelanto. El viejo apretó su puño con rabia. Le hubiese gustado pegarle un puñetazo a la extranjera. La mujer de unos 38 años guardó el pinta uñas y con cuidado, evitando despintarse las uñas, cogió su móvil, marcó 9 dígitos y empezó a hablar con su voz molesta de pito.
El ruido del arrancar del metro sumado a la voz fastidiosa de la mujer de la uñas largas volvió a recordar a Adrián la película de Bresson. Se acerca el clímax, se decía orgulloso de anticiparse al final. Pedro seguía moviendo los ojos de izquierda a derecha, como vigilando a un fantasma. Una gota de sudor se deslizaba de su frente izquierda hacia su mejilla. El metro se detuvo y se abrieron las puertas. Adrián tendría la oportunidad de presenciar en persona un hurto. Aquello le entusiasmaba. Pero cuando Pedro puso su mano encima del pecho derecho de la mujer que estaba hablando por el móvil y echó a correr justo después de que se cerrasen las puertas, Adrián quedó más sorprendido que la propia mujer.
durante toda una vida.
Disculparme ahora
ante mis víctimas
no va a cambiar nada.
Noto com la sorra em va cobrint el cos.
A dos metres sota terra s’hi està més bé.
Ningú, ni res t’emprenya.
És el meu son final,
deixeu-me morir en pau.
en mi coche a oscuras bajo alfileres
de azúcar salado
el mundo chillaba y
yo deseaba
un cuerpo no una mente
tu seguías pensando y
yo quería
los coches fluían
como amapolas morían y
yo deseaba
una esperanza
tú lo sabías y
muy lista
me abandonaste
te comprendí
te comprendí
rasgar tu mórbida piel fina
como lo haría la punzante espina
de una esbelta rosa salvaje y
abrirte mil heridas
para que dulcificadas
gotas de sangre manaran
quisiera ser agua en la mar salada y
sorber tu roja sangre viva y
removerla ávidamente
con apasionadas olas de espuma
deseosas de deseo
quisiera también ser pez espada y
beber con nervio e Iratí sangre virginal caída y
nadar volando entre nubes
hacia el lejano infinito
quisiera ser hombre y
pescar el pez afortunado y
engullir en mis adentros
tu apariencia desbordante y
heredar tu gran belleza
instigadora de celosas masas y
regar con mis jugos
a la llamada tierra unida y
darle estando en vida
la esperanza que necesita
yo creía que podía
pero uno sabe
uno piensa
se exime de sus obligaciones
a menudo veo pasar olas divinas
veo buscar piedras inmundas
aquellas que saben morir y
viven muriendo
supervivientes de la incomprensión
limpiando mis sentimientos
no sé qué pensar
ya no queda tiempo
perdón
¿Y si el primer beso
sólo fue un sueño
cruel de tu cerebro?
¿Igual que el primer amor,
la primera mentira,
la primera golosina?
¿Y si cada cuento oído
no existió en ningún libro?
¿Y si los regalos
nunca los trajeron
los tres reyes de magos?
¿Y si aquella tarde de invierno
jugando con un simple cochecito
arrodillado cerca del fuego
nunca hubiera existido?
¿Y si aquel petardo que encendiste
nunca hizo ningún ruido,
nunca llegó a explotar?
¿Y si cada cancioncilla
que aprendiste y repetiste
sólo fuera una mera flema?
¿Y si tus padres
en realidad nunca
tuvieron hijos?
dentro de una casa
con rejas por ventanas
usando un rotulador negro
después de que el profesor
les pidiese a sus alumnos
que dibujasen sus casas y
sus familias.
El profesor sorprendido
al ver su dibujo le preguntó
porqué no había incluido
ni un sol, ni una nube,
ni un pájaro en el cielo.
quiero que se lean estas breves
líneas en mi sobrio entierro
y os ruego que no escuchéis nada
ya que en nada me habré convertido.
Era programador de videojuegos. Llevaba ya 6 años en la industria y se imaginaba que sería más divertido de lo que en realidad era. A él le hubiera gustado más inventar los juegos, dar las ideas, dibujar personajes, crear escenarios y no tener que transformar todo aquello en píxeles delante de un ordenador durante horas interminables y tomando algún café de vez en cuando.
Él nunca había tenido problemas con los ojos, siempre había disfrutado de una buena vista, pero ahora llevaba gafas. Estar tantas horas delante de una pantalla le daba migraña y su médico le había recomendado que se comprara unas gafas.
Cuando era niño y hacía largos trayectos en coche con sus padres soñaba que de mayor se ganaría la vida con los videojuegos. No tenía muy claro en qué tipo de faena, pero estaba seguro de ello. Siempre leía revistas sobre las últimas novedades, donde puntuaban cada juego. El se veía analizando los juegos, pasándose horas jugando sin parar y terminándolos todos para luego escribir las pistas para que los aficionados pudieses terminarlos.
Marc guardaba un pequeño secreto y estaba seguro que su vida pronto iba a cambiar. Tenía una idea para un videojuego y todo estaba pensado: los personajes, los ambientes, las armas, las misiones. En su casa, dentro del cajón de abedul de su escritorio, se ocultaban centenares de hojas con anotaciones muy precisas sobre todo lo que tenía que ser, a su modo de ver, el videojuego perfecto. Quizás lo calificarían para mayores de 16 o 18 años, sí, perdía clientes, aún así, era perfecto. En el juego había mapas reales de las capitales del mundo. Estaban Nueva York, Tokyo, Londres, Moscú, París, estaban todas y cartografiadas hasta al más mínimo detalle. Era costoso, pero valía la pena. Quizás a algunos les parecería grosero, ¿pero no era aquello lo que más vendía hoy en día?
El juego en sí consistía en defecar encima del mayor número de personas. Las personas corrientes valían pocos puntos, pero las celebridades como estrellas del rock o políticos hacían subir rápidamente el marcador. Empezabas siendo un simple gorrión o un colibrí sobrevolando diferentes calles y poco a poco ascendías de categoría. Pasabas luego de paloma mensajera a abubilla, de búho real a halcón y de águila imperial a buitre negro. Y para complicarlo un poco más se añadían distintas misiones a los pájaros. La paloma mensajera, por ejemplo, estaba claro que su misión era llevar un mensaje a un destino. Aún no tenía muy claro el orden de clases pero ya había recopilado un buen número de pájaros distintos y por tamaño. En principio pensaba que a mayor tamaño, mayor nivel, pero también podía ser interesante ser pequeño para colarse en los edificios y cagar encima de algún oficinista o banquero y claro, estando encerrado en un edificio, sería más fácil matarlo, luego, por lógica, aquella pequeña ave necesitaba de mayor habilidad, o sea mayor dificultad y por ende mayor nivel. Pero eso ya lo resolvería, no le preocupaba demasiado. Lo que sí tenía claro era el último nivel. La última ave tenía que ser de las más grandes y él ya había pensado en el buitre negro carroñero, que además de defecar encima de los desafortunados aventureros, tenía que cercarlos y esperar a que se murieran de sed para luego devorarlos. Un festín envidiable y un final de película. Y claro, todo con mucha realidad. Cada pájaro estaría en su hábitat natural y se crearían situaciones reales y sus armas serían las propias de cada especie. Los que cantasen se defenderían con ruido, los depredadores serían más agresivos con sus zarpas y los nocturnos tendrían el don de la invisibilidad. Y al final añadiría misiones extras a las que se accedería obteniendo muchos puntos. Los puntos se conseguirían haciendo alguna barbaridad como por ejemplo sobrevolar un mercado de alimentos y lanzar un proyectil encima de una manzana justo antes de que alguien se la llevara a la boca. ¡Aquello era la bomba! ¡Qué juego tan perfecto!, se decía entusiasmado. ¡Era la re hostia!
Esperó a tenerlo todo terminado y un buen día, viendo que su jefe estaba desbordante de buen humor, fue a llamar a la puerta de su despacho .Su jefe le hizo pasar y con un gesto le pidió que esperara unos segundos. Estaba hablando por teléfono ultimando los detalles de la boda de su hija. Marc lo sabía, la boda de su jefe se hizo oficial aquella mañana y fue lo primero que le contó su compañero de mesa. El jefe, sentado en su cómoda silla, dando una calada a su puro, iba gesticulando exageradamente a cada frase y detrás de él se veía inmensa la ciudad, con todos sus rascacielos y en un punto muy alejado, próximo a unas colinas, Marc veía con esfuerzo dónde se suponía que estaba su pequeña casa. El jefe colgó satisfecho y miró con media sonrisa a Marc ordenándole que tomara asiento y como pidiéndole qué quería. Marc empezó con timidez su discurso y su jefe lo escuchó con atención. Cuando Marc terminó, su jefe cogió en silencio su puro y dio una calada. Marc estaba nervioso cuando oyó con sus propias orejas que su jefe estudiaría el proyecto.
Aquella noche Marc no durmió. No podía. Solo pensaba en su videojuego y en el fin de sus días como programador y todas las puertas que se le abrirían.
Los días fueron pasando y Marc no obtenía respuesta alguna. Una mañana Marc le insinuó a su jefe lo del proyecto. Él le contestó que no sabía de qué le hablaba y le exigió que continuara con su faena y que no perdiera más el tiempo.
Nunca aceptaron su proyecto y se quedó la idea guardada en el cajón de abedul. Se entristeció y hasta estuvo un tiempo enfermo. Luego se recuperó y olvidó parcialmente lo ocurrido, dentro de su corazón seguía aquella sensación amarga de saber que el videojuego hubiera sido un éxito de ventas y que hasta hubiera llegado a ser un clásico.
es el mejor modo
de olvidar la cruda realidad.
sufrir siempre vale la pena.
Quiero oírte gritar mi nombre,
quiero que lo escribas en tu libreta
y luego lo taches
o lo cubras de garabatos.
Borrar el pasado no sirve para nada.
Insisto en nuestra existencia
perturbadora, provocadora.
Compartimos demasiado
y nunca es suficiente.
Quiero quererte.
De hecho, te quiero.
Supongo que ya lo sabes, sapo.
me vuelven malo
cosas como estas cambian el mundo
luego el mundo es dominado
la gente debería saber estas cosas
son lo más importante
las abruptas puntas de carbón
no correspondidas
los oxidados sacacorchos
las elásticas gomas
fluorescentes lubricadas
las cremosas cafeteras
los maniquíes de saldo
las espumosas mariposas
los yogures mutantes
de mi generación
estas cosas algunas veces se pierden
y esto puede acabar
con nuestro apreciado
óvalo de mundo
estoy cansado,
son casi las cuatro
de la mañana
y mañana es lunes,
empieza de nuevo
una nueva semana.
de conocidos en distintos momentos felices
de sus vidas.
Delante la fotocopiadora empiezo
a copiarlas.
Creo así poder recuperar sus alegrías
y es el mejor modo de alejar
la tristeza y la soledad
que llena mi vida.
Sufro contigo.
Sufro por los demás.
Sufro por todo.
Sufro hasta leyendo poesía.
Sufro viviendo.
Sufro durmiendo.
Sufro muriendo.
Ya no quiero más sufrir.
y no derrames nada;
luego recoge los huevos,
las gallinas te están esperando;
peina el cabello del caballo
y cuando todo esto esté hecho,
te echas encima de los cerdos,
ellos sabrán qué hacer contigo.
Mireia no había encontrado las botas de agua que quería para cuando lloviese. Hacía unos días la lluvia le había estropeado los únicos zapatos que se había llevado para el viaje y como eran de mercado ya los tenía medio rotos. Pero ella se decía, con el optimismo propio de una joven soñadora, no volverá a llover más, mis zapatos aguantarán hasta el final. Y aunque se había quedado sin botas había encontrado un babero en forma de pulpo que pensaba regalar a unas amigas que esperaban un bebé, y aquello la reconfortaba.
Jordi era todo lo contrario de Mireia. Por eso se llevaban tan bien. Él estaba satisfecho tarareando mentalmente la melodía de la última canción que había estado escuchando por la mañana mientras intentaba escribir unas líneas de una poesía inacabada. Daba por sentado que nunca la acabaría y que tendría que tirarla a la papelera, pero no le importaba, había borrado tantas páginas que no le gustaban que ya estaba acostumbrado.
El bus tumbó a la derecha y cogió
El bus se detuvo y Mireia abrió los ojos. Estaban en su parada y no se habían dado cuenta. Cogieron sus cosas y bajaron las escaleras corriendo. El bus cerró las puertas tras de ellos. Los dos se echaron a reír por lo absurdo de la situación. Estaban a
de ser siempre el mismo
y hablar de lo mismo
y seguir siempre
escribiendo lo mismo.
pensando en los pobres
desgraciados que como yo
mejor busco otra expresión
qué tal desafortunados
no pueden entrar
en según qué lugar
a horas intempestivas
o no según se mire
sin que previamente
haya ninguna muestra
de mal comportamiento
o sucedáneo y sigo
de hecho no entiendo
y dudo que el que
en su momento
me privó de mi libertad
lo comprenda
como hoy en día
puedan ocurrir cosas
semejantes realmente
hay que ser un hijo
de la gran puta
mejor eso lo borro
que hay oídos finos
pieles sensibles
huevos diminutos
y amablemente apretados
hay que no sé
mejor cambio mi estratagema
es una pérdida inestimable
de tiempo dinero y gente
el llevar esta absurda
situación a tal extremo
a veces acortaría
unos centímetros
la poca dignidad que
les cuelga entre sus piernas
con el propósito
de indicarles qué
camino es mejor seguir
ay no eso hay que variarlo
si se pretende sacar
algún provecho económico
es preferible buscar
un trabajo digno
de las posibilidades
mentales y/o físicas
vamos mal vamos mal
si una mujer está enferma
mejor cuidarla en casa
y no sacarla de paseo
por la playa por el campo
o por los juzgados
cuida a tu prójimo
eso me suena a copiado
ya me he perdido
a quién iba dirigida
la puta misiva
mejor lo dejo
para mañana
ya he perdido
demasiado tiempo
estúpidamente
atentamente
uno de los tantos
marginados
temporales
es un niño cansado.
Le cuesta subir las cuestas,
ir en bici,
caer de los árboles.
No corre tras su perro,
apenas habla,
apenas anda.
Se encierra en su habitación,
se sienta frente al ordenador
y allí pasa sus horas.
El niño del futuro
es un niño cansado.
Se levantó con una resaca espantosa.
El día anterior había llegado a Madrid
para ver a un antiguo amigo suyo
y habían salido de copas.
Su amigo aún dormía
en la habitación contigua.
Se metió en la ducha, a ciegas escogió un champú
de los que había por ahí encima
y empezó a frotarse el cabello
creando cierta espuma maloliente.
Se aclaró el cabello y alcanzó el campú:
Desparasitario para perros.
De hecho tenía motivos
para desparasitarse de toda la multitud
de la noche anterior.
A fin y a cuentas
él no era tan distinto
a un perro.
Veo caminantes con muletas.
Veo un autobús lleno de basura.
Veo pasajeros en su tierra natal.
Veo a un Teo ateo en carne viva.
Veo una manifestación pro crisis.
Veo un tebeo, leo una película,
hipnotizo una gallina.
Créeme Dios, veo a tu hijo,
de hecho, me follo a tu hijo.
Veo sin que me preguntes qué ves.
Veo mirones masturbándose
a espaldas de un playa nudista
llena de celebridades difuntas.
Veo a mí abuelo.
Veo una ave picando el anzuelo.
En cuanto a mí,
nunca me veo.
sigues tap en un embut.
Escorre’t a dins o a fora,
tant se val mentre afecti a la mula.
Mulla’t, eixuga’t, neteja’t,
el semen i els verbs
son una mateixa cosa.
I sobretot repeteix,
sigues tap, o talc o talp.
Por la noche la sirena del coche de bomberos
le despierta justo cuando más sueña.
A lo lejos, más allá de las colinas,
se distingue entre la oscuridad la bruma de humo
que se ahoga en el cielo y ciega a la luna llena.
A la mañana siguiente enciende la tele
y escucha las noticias del día entre sorbo
y sorbo de un café cortado.
Se están quemando los bosques de medio mundo
pero a él poco le preocupa, sabe que no está
en sus manos el destino de aquellos árboles.
A mediodía, cuando los rayos de estío
encienden las cabezas vacías, cuando
los pronósticos aconsejan no salir a la calle,
él coge su toalla, su crema protectora, su paraguas y
se dirige a la playa, donde se tumbará
junto a las demás carnes y se irá dando vueltas,
cada media hora, como un cocinero en plena barbacoa.
Sabe que si en algún momento su piel arde
se sumergirá en el agua salada y aprovechará
para ver cualquier culo con bikini que levante,
una vez más, la oscilante temperatura.
y además no se distinguen bien las señales,
cuando bajo los peldaños del parque
mis pies tropiezan, la escalera
está hecha de rocas rotas i descantadas,
el suelo es la basura que alberga
toda la gama del reciclaje,
los semáforos a menudo mienten
y se pelean con unos urbanos aficionados.
Llevo hace años
este traje anticuado, continua el abuelo,
y he ahorrado lo suficiente
como para comprarme uno nuevo,
pero no me decido, no hay manera,
mi alrededor es un desastre
y más que yo, es el mundo
quien necesita un sastre.
Es esta puerta, puta,
la que quiero que abras.
quítate las bragas, puta.
Muéstrame tus senos mordidos
por vagabundos de baja estirpe.
Lávate las manos
después de sanar tu coño, puta.
No quiero que me infectes,
No quiero ser como tu.
Arrodíllate ante mi,
como si fuera tu Santo,
abre tu sucia boca
y siente mi ser,
disfrútalo, puta.
Puta, más que puta,
solo eso puedes ser.
Siente mi fuerza penetrando
tu esfínter mil veces desgarrado,
disfruta, puta.
Te odio tanto como te necesito,
igual que tu a mi,
zorra desheredada.
Grita, grita fuerte,
quiero que se note
que soy todo un hombre.
Simula un orgasmo
que calme el mío.
Traga mi semen, puta,
y utilízalo como dentífrico.
Nota mi cálido frescor en tu boca.
Y si tienes que ir al baño,
pídeme permiso,
que para eso estoy,
para ser tu dueño, puta.
Y ahora escucha, puta,
abre tu corazón y escucha
si hay respuesta alguna.
Y si no tráeme un baso de agua,
tráeme comida, algo, unas galletas
y luego vuelve a escuchar, puta.
Escucha como alguien nos envidia.
Puta, rematada puta.
tomando el sol a media siesta.
Un bocinazo seguido de un frenazo
se oye a lo lejos.
Hay un hombre sentado
con camisa y corbata
frente a un televisor
con demasiado volumen
donde otro hombre sentado
con camisa y corbata
da la misma información
que ayer por la noche.
Hay un ordenador descargando
ilegalmente archivos de Internet.
Un pájaro se detiene en la repisa
de la terraza, con los ojos cerrados
el gato muy agudo levanta sus orejas.
El sol hace sudar a los que osan
andar por las calles de mediodía.
La hucha en forma de puerco
se ha roto y todas las monedas
están esparcidas por el suelo.
Supone que mientras algún
chico joven se masturba
en un callejón sin salida
un viejo es atracado
a punta de navaja.
Huele a guiso,
alguien está cocinando.
El pájaro ha escapado por los pelos
de las garras del felino
y se aleja volando hacia las nubes.
Sentado en el váter lee:
“Los poemas a la muerte
son un engaño.
La muerte es la muerte.”
Toko
Y después piensa
y escribe en su libreta:
La muerte es la ausencia
de todo lo que ha ocurrido
esta mañana.
Cuando crece se forja unas amistades
que espera sean duraderas.
Estudia para conseguir un buen trabajo,
encuentra al amor de su vida,
se hipoteca y consigue una casa
que pronto llenará de hijos
que remplazarán a gritos
la primera familia perdida.
Así se cierra el círculo.
¿Y luego qué?
Sólo queda esperar
a que la muerte llegue
para que todo este maldito
juego termine pronto.
Y es por eso precisamente,
que los más impacientes,
a menudo, recurren al suicidio.
La cabra
mea en la acera
y el niño
que anda desnudo
y suda sediento
se agacha
y se asea
y da un sorbo
enorme
que le refresca.
A falta
de agua fría
cualquier liquido
vale
en un caluroso
agosto
de estío.
La lluvia tardía ha emancipado
un resfriado que ahora se
extiende por toda la colina.
La brisa es gélida,
los búhos están afónicos.
Esta noche está deshecha.
Bajo tierra se incomodan
las familias que insultan con fervor
a sus incipientes descendientes.
El barro oculta heridas
mientras los sapos
intentan entonar
una canción desesperada.
Pero nada oculta el silencio y su tristeza.
Esta noche está deshecha.
Y los pocos que lo intuyen
desean estar muertos.
“los viejos verdes
si una mujer los mira
se ponen rojos”
M. Benedetti
La semilla que lanzó el niño
en su fértil jardín
ya ha germinado.
El árbol se carga de frutos verdes,
demasiado duros,
para paladares exigentes.
Pronto madurarán las ciruelas,
se volverán rojizas,
macadas, casi oscuras.
Y si alguien no se apresura,
se podrirán y caerán al suelo
víctimas del olvido.
Llegeixo més d’un llibre a la vegada,
em dóna la sensació
d’estar més ocupat,
d’haver de estar més atent
a les petites mentides
que cada autor m’explica.
La majoria de les vegades
no m’interessen, ni m’atrauen
les seves tonteries.
Quan una lectura em cansa,
la tallo.
Depèn del moment,
del meu estat anímic,
prenc un llibre o un altre,
cosa que em permet
agafar diferents ritmes.
Puc escollir moments trepidants
si em sento poc actiu
o puc escollir els més avorrits
quan cago,
que tot es fa més curt.
Avui precisament,
just abans d’anar a dormir,
he enterrat dos llibres alhora.
Primer un,
i quinze minuts més tard,
l’altre, el més llarg.
És una sensació estranya,
molt agradable
i de tot recomanable.
...
Calla!, nadie cocina
mejor los callos
que el podólogo.
Després de més de 30 anys de carrera i una vintena de discos Tom Waits arriba per primera vegada a casa nostra. Avui i demà, els afortunats que estoicament van aguantar hores intentant aconseguir un parell d´entrades massa cares, gaudiran de la indiscutible millor veu actual, en un concert que es preveu (i s´espera) superi les dues hores.
Us deixo amb un (dels molts) dels seus gran temes imprescindibles per a qualsevol amant de la bona música per anar fent boca.
The piano has been drinking (not me)
Me meto de todo,
abuso de la ignorancia,
absorbo los sumos,
consigo más puntos
que luego a penas
sirven para algo,
me trago programas
mediocres y las mentiras,
escucho sonatas
bebiendo un Bach tinto,
me meto en el metro
y escucho las gentes
que esperan ausentes
llegar a sus casas
solitarias como sus cosas,
me introduzco en tu ombligo
fingiendo espasmos
y percibo buenas señales,
tu si me acorrala,
lo tomo en mis brazos,
me lo meto todo.
Me acuesto cada noche contigo,
a tu lado, agarrado a ti,
mi prenda blanca,
y me duermo abrazado.
Mi síntoma es el de dar
y jamás recibir,
no hay victoria,
nunca la encuentro.