Cada bala encuentra su cobijo en una cabeza.
Y luego, más tarde, se encuentran
todos los cuerpos entre la maleza.
Así debería de ser siempre.
La muerte llenando las calles y sus ciudades.
No sé porqué a veces tarda tanto en encontrar
su casa, su cama, su esclavo.
Yo me muestro ante ella con plenitud,
pero la muy zorra está ciega.
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