Sacaba sobresalientes y parecía modosito
pero cuando salía de noche buscaba retretes
sucios para saborear los meados.
A veces llevaba una bolsa de plástico
en el bolsillo y si la muestra era sobresaliente
la llenaba para degustarla con más calma en casa.
Se tumbaba en la cama y con una sonrisa
de palmo y medio y todo desnudo se embadurnaba
con los orines o excrementos ajenos.
Ríanse de los notables escritos de Sade.
Solo aquello llegaba al sobresaliente.
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