Detesto la lengua en la que escribo.
No me siento partícipe para nada de lo que la rodea.
Detesto la cultura que implica
y hasta la gente que la habla con descaro
sobre una tierra que no la respeta.
Igual detesto la lengua en que me expreso
por la noche yendo borracho
o por la tarde caminando entre parques.
Y todo lo que me rodea, los árboles, la naturaleza,
quienes cuidan de ella, las ardillas, el cielo,
y sus nubes, lluvia, nieve o sol
os detesto profundamente.
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