No hay día sin sol, ni sol sin lluvia.
El invierno exagera su frialdad en sus cuerpos
y el verano agota sus gotas de sudor.
No hay hojas ni sobre la hierba
ni bajo el cielo colgando en los árboles.
El agua escasea y las fuentes no son potables.
Las niñas riñen y se tiran de las trenzas
sin ningún motivo aparente
y los niños a un lado se ríen de ellas.
No hay perros a la vista guiando algún ciego
o defecando en la sucia acera.
Los pájaros ya no cantan
y todo son golondrinas que levantan el vuelo
buscando sanas nuevas tierras
o aves ratas que pintan, cabronas,
las chapas de los coches mal aparcados.
Ya ni sargantanas se ven por los suelos.
Y un servidor,
anda con prisa por la calle
ansioso de entrar en casa
para cerrar las persianas.
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