La muerte despierta
en una gran sala
llena de camas vacías;
llega tarde a su cita.
Lee en un papel arrugado
el nombre de su víctima,
un viejo cascarrabias
con demasiados callos.
Se viste con prisas
con trapos negros
y agarra la guadaña
escondida bajo su cama.
En el puerto pescando
sentado está el viejo
que insulta a los peces
por no picar el anzuelo.
La muerte es muy torpe
y falla en su empeño
de cortarle el cuello
al viejo perro sureño.
Pero el día es muy largo
y cuando la noche llegue,
la guadaña habrá partido
el corazón del viejo enclenque.
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