02 de novembre, 2008

Aquél parque, cuando todavía vivíamos

El viento frío mece el columpio,

una hoja se desliza por el tobogán

y cae flotando encima del charco,

un charco solitario, sin ni siquiera fango.

Un cuervo intenta dormir,

agarrado a la rama del único árbol

que ocupa el parque,

mientras sueña que ya no se ríe

de los niños que caen al suelo.

El sol está en su punto más alto,

justo en medio del día,

dónde todo lo que le rodea

está a su alcance, pero nada avista.

A lo lejos cubierto por cuatro maderas

mal descansa un viejo

tumbado en su cama.

Le duelen la cabeza y los hombros

y las manos y las piernas.

Quizás es el único ser vivo

en veinte quilómetros a la redonda

y seguramente no es de su agrado

permanecer allí sin nadie,

tan solitario y aún con vida.