una hoja se desliza por el tobogán
y cae flotando encima del charco,
un charco solitario, sin ni siquiera fango.
Un cuervo intenta dormir,
agarrado a la rama del único árbol
que ocupa el parque,
mientras sueña que ya no se ríe
de los niños que caen al suelo.
El sol está en su punto más alto,
justo en medio del día,
dónde todo lo que le rodea
está a su alcance, pero nada avista.
A lo lejos cubierto por cuatro maderas
mal descansa un viejo
tumbado en su cama.
Le duelen la cabeza y los hombros
y las manos y las piernas.
Quizás es el único ser vivo
en veinte quilómetros a la redonda
y seguramente no es de su agrado
permanecer allí sin nadie,
tan solitario y aún con vida.
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