Beber de noche reconforta,
asusta el tedio frío
que irrumpe por la ventana.
Da collejas de ánimo
cuando a uno no le salen
aquellas palabras.
Inutiliza la mentida
y adormece la ira.
Sociabiliza a los callados.
Acompaña las fiestas de aniversario
o las celebraciones más disparatadas.
Ayuda a olvidar lo que no
se quiere recordar.
Da seguridad en uno mismo
y migrañas que te ahorran
ir al trabajo el lunes por la mañana.
Mejora una cena sosa.
Y entre otras muchas cosas,
es vasodilatador
y encima sabe a gloria.
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