En lo alto del pedestal,
lo más cerca posible del cielo,
yace un niño tumbado, llorando,
desnudo y con taparrabos,
celebrado por la gran masa.
En una esquina un animal
es sacrificado y acuchillado
bajo una especie de rictus satánico.
En la otra punta un hombre
con casco, lanza y armilla,
perfora el tórax de un barbudo
que poco a poco se desangra.
Una mujer de pelo largo
se da de latigazos en la espalda.
Y en los bancos unos ancianos
pasan horas rezando arrodillados
para que sus rodillas amoratadas
logren luego levantarlos.
Dicen que es la casa de Dios
y más bien parece una sala
de torturas.
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