Oigo a cinco gallos cantar a las seis de la mañana.
Es como un eco que se repite eternamente hasta llegar al infinito.
Uno empieza, sigue el otro, el otro, otro…
Luego, silencio.
El tiempo justo para que el sueño ocupe su posición.
Y vuelta a empezar.
¡Hijo de la gran puta!
¿Qué mierda de Dios mandó a los gallos cantar cuando sale el sol?
¡Será cretino!
¡Si no calláis os juro que mañana voy a comer pollo con patatas fritas
hasta que me salgan tetas!
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