28 de gener, 2008

Don Daniel el evangelista

Don Daniel detestaba a los homosexuales.
Era una especie de capo de mafia italiana
pero su familia era gitana.

Por las noches se dedicaba a rondar por los bares
en busca de jóvenes chavales
con la bragueta demasiado suelta.

Se los ligaba y se los llevaba a un motel
de mala muerte del barrio más cercano.

Una vez allí, los golpeaba hasta dejarlos inconscientes
y luego los ataba a una silla con cuerdas gruesas.

Cuando volvían en si los interrogaba como vulgares delincuentes.
Don Daniel se creía un profeta que con su brutal sistema
evangelizaba a la gente y la llevaba por el camino correcto.

Como sus víctimas habían nacido a su manera
y era imposible cambiar panes por peces,
Don Daniel se cabreaba y perdía los estribos.

Se acercaba a su maletín y sacaba unas herramientas
que antes su abuelo, dentista ya retirado y muerto,
utilizaba para arrancar malas muelas
y una a una se las iba sacando como un verdugo
que ejecuta impunemente a un preso
condenado por el estado a la pena máxima.

La mayoría perdían el conocimiento
y al despertar se encontraban solos
con la cara ensangrentada y bien desfigurada.

Nunca denunciaban el suceso,
por entonces, ser homosexual no era demasiado bien visto
e incluso la misma policía hubiera actuado en su contra.

Volvían a su casa traumatizados sabiendo
que a partir de ahora tendrían que comer papillas
como las que les preparaban sus madres en su infancia.