Justo antes de salir
se ha sentado en el retrete
con un libro entre las manos
y ha leído una poesía
sobre lo repugnante que resulta
la aglomeración de la gente.
Qué casualidad, ha pensado.
Precisamente hoy tiene que ir
a la gran capital
y tendrá que soportar
la pesadez de la multitud.
Los buenos libros,
con su vil reflejo de la sociedad,
pesimista, preciso y acertado,
nos muestran con habilidad
lo que nos depara el futuro.
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