En invierno, en mi pueblo, cuando hace frío,
la ropa del tendedero queda tiesa
como un bacalao viejo y seco.
Quien la recoge la golpea contra el suelo
para que el hielo caiga hecho añicos
y las prendas se movilizan.
Quien se pone luego el jersey
nota el frescor que congela sus huesos
y se apresura al hacer sus tareas.
Las calles secundarias cubiertas de nieve
dificultan el paso de los torpes automóviles
que se atreven a circular sin cadenas.
Los zapatos más viejos se empapan
al dejar sus huellas marcadas en el suelo
y dejan que el agua filtre y moje los calcetines.
El muñeco de nieve va sonriendo
a medida que el niño va trazando
su helada boca con el dedo.
Más tarde la calidez del fuego del salón
calentará los pies resfriados del abuelo
mientras da un buen trago de vino.
Subscriure's a:
Comentaris del missatge (Atom)
Cap comentari:
Publica un comentari a l'entrada