16 de febrer, 2008

Un domingo cualquiera

No me levanto temprano.
No almuerzo, ni pongo la tele.
No me visto con mis mejores prendas.
No salgo a la calle, ni cojo el coche.
No entro en ninguna iglesia mohosa.
Ni me santiguo, ni rezo un padrenuestro,
ni me confieso.

Simplemente abro Ciudad del hombre: New York
y al azar escojo una página,
leo un pasaje, quedo fascinado
y vuelvo a guardar mi biblia en la estantería,
deseando que vuelva a ser domingo
por la mañana para empezar de nuevo
otro fragmento sagrado.