Y entonces te seduje.
Crucé aquella línea.
Traspasé lo irreprochable.
Deduje lo inconcebible
despojándote de tu falso
escondite a base de trapos
que no ocultan nada
de tu hermosa silueta.
Llevé a la acción mis más
profanos y prehistóricos deseos,
mi instinto carnal animal.
Sí, te hice daño,
pero era necesario.
Nunca ha existido
el verdadero amor
sin efectos secundarios.
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