En otoño se les cae el pelo
a la mayoría de los árboles.
Los más coquetos, o sea, los zoquetes,
piden su hora al barbero.
Y mientras los calvos destinan su tiempo libre
en quehaceres domésticos o en hobbies
los presuntuosos se quedan de pie, pacientes,
esperando su turno en una eterna cola.
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