22 d’abril, 2008

Sábados por la mañana

Se quedaba solo en la cama
muy temprano por la mañana.

Su mujer salía a trabajar
todos los sábados y a él
le quedaba el frío y amargo
sabor de las sabanas.

Así que decidió remediar la situación
y empezó a pagar los servicios
de una muchacha que llegaba
y ocupaba su puesto en la cama.

Solo le pedía que se tumbara,
quería dormir acompañado
y necesitaba la sensación
de un cuerpo caliente a su lado.

Pero el invento parecía
que no funcionaba,
le disgustaba el olor
que desprendía la piel
de aquella muchacha.

No es que oliera mal,
pues se perfumaba,
si no que su cuerpo olía
bien distinto al que él deseaba.

Buscó a otra y a otra y a otra
pero ninguna de ellas funcionaba.

Al fin se dio por vencido
y se quedo de nuevo
durmiendo solo en la cama.

Con lo fácil que hubiera sido
pedirle a su bella mujer
que dejara de trabajar
los sábados por la mañana.