17 d’agost, 2008

Incendios

Por la noche la sirena del coche de bomberos

le despierta justo cuando más sueña.

A lo lejos, más allá de las colinas,

se distingue entre la oscuridad la bruma de humo

que se ahoga en el cielo y ciega a la luna llena.


A la mañana siguiente enciende la tele

y escucha las noticias del día entre sorbo

y sorbo de un café cortado.

Se están quemando los bosques de medio mundo

pero a él poco le preocupa, sabe que no está

en sus manos el destino de aquellos árboles.


A mediodía, cuando los rayos de estío

encienden las cabezas vacías, cuando

los pronósticos aconsejan no salir a la calle,

él coge su toalla, su crema protectora, su paraguas y

se dirige a la playa, donde se tumbará

junto a las demás carnes y se irá dando vueltas,

cada media hora, como un cocinero en plena barbacoa.


Sabe que si en algún momento su piel arde

se sumergirá en el agua salada y aprovechará

para ver cualquier culo con bikini que levante,

una vez más, la oscilante temperatura.