Cuando crece se forja unas amistades
que espera sean duraderas.
Estudia para conseguir un buen trabajo,
encuentra al amor de su vida,
se hipoteca y consigue una casa
que pronto llenará de hijos
que remplazarán a gritos
la primera familia perdida.
Así se cierra el círculo.
¿Y luego qué?
Sólo queda esperar
a que la muerte llegue
para que todo este maldito
juego termine pronto.
Y es por eso precisamente,
que los más impacientes,
a menudo, recurren al suicidio.
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