17 de novembre, 2007

Peores que los perros

Es al hombre de uniforme al que temo.
El que nunca sé cómo va actuar,
pues no piensa al hacerlo.

Sin compasión se aprovecha
siempre de los demás, los débiles.
No tiene agallas cuando va solo,
solo se atreve con la buena gente.

Cuando tiene que enfrentarse
a calaña de su estirpe
nunca hace nada
a menos que vengan refuerzos,
es así de cobarde.

No le importa para nada el bien en sí
le interesa demasiado su propio ego,
hecho de papel, de dinero de fin de mes.

Si le piden un cupo lo cumple,
aunque tenga que arrestar
a un mendigo inofensivo,
pues él sabe que los que están sin techo
son los más peligrosos y no los otros
que no hace ni falta nombrar.

Va armado, aunque sería mejor
que dejase su arma fálica en casa,
junto con la chulería simplona
de quién no sabe ni leer un libro,
ya que cuando la utiliza
siempre se carga al bueno.

Es así como se gana el respeto
y por supuesto que lo merece.

Es al hombre de uniforme al que temo.
Igual que temo a cualquier ser humano
que yendo armado
tiene sus capacidades mentales menguadas.