30 de novembre, 2007

Videojuego

Una vez jugué a un videojuego.
Empezaba siendo una paloma de Plaça Catalunya de Barcelona.
Mi misión consistía en defecar encima de la gente,
ya fueran caminantes, motoristas o policías.
Darles de lleno en la cara significaba el triple de puntos.
A más puntos, más ascensos.
Y así iba saltando de gabina a búho, de halcón a águila
hasta llegar al más grande, al buitre carroñero.
Y en la última parte del juego iba dando círculos en el cielo
esperando a que los moribundos murieran deshidratados
y yo pudiera sumergirme entre sus entrañas.