26 de maig, 2008

El gato que está muerto

El gato está muerto,
afirmas mientras deslizas
tu tersa mano por su frío pelaje.

¡Pero haz algo!, grita tu mujer
al borde de la desesperación
esperando y deseando
que seas un Dios.

El hijo llora sin saber aún
que su querido Esfínter
ha muerto envenenado
por algún campesino de la zona
que sólo buscaba proteger
su seca y escasa cosecha.

Sin estar muy seguro de tus actos,
levantas el gato que está muerto
y, confiando así acallar los agudos
aullidos de tu histérica esposa,
cruzas el jardín y entras en casa.

Te encierras en la cocina y
reposas el peso muerto encima
del mármol aún más frío
mientras con la otra mano
abres el cajón de los cuchillos.