28 d’octubre, 2007

El parque de los columpios

Desde el balcón puedo ver
un pequeño parque feo y abandonado,
con columpios rotos y despintados.

Antes, los niños del barrio
se reunían allí para ir a jugar.
Corrían directos a un tobogán,
trepaban la escalera y se lanzaban al vacío,
para caer luego sobre un montón de arena blanda.

Ahora, estos mismos niños se han hecho mayores.
Ya no tienen la fuerza de correr y trepar.
Todos ellos andan tirados por el suelo
en algún rincón de la ciudad.

Sucios y hambrientos,
con abrigos mugrientos
y pantalones meados
o en el peor de los casos
llenos de mierda.

Cuando reúnen suficiente fuerza para andar
se suben a un metro,
el recuerdo más parecido que tienen de su infancia,
y en el asiento dejan su huella.

Luego se levantan y se van,
su diversión ya no es tan duradera,
y en su sitio se sienta otro hombre,
con gabardina, corbata y sombrero,
que en su infancia quizás
no tubo parques ni columpios
pero ahora parece
que ha aprendido a utilizarlos
mejor que ellos.