11 de desembre, 2007

El gato


Se siente a gusto sentado a su lado.
Si se levanta él lo sigue
y se refriega entre sus piernas.

Le agrada su calor, su olor
aunque no se haya duchado.

Le gusta cuando su mano le acaricia el lomo.
Él, agradecido, se lo devuelve en lamidos.

Cuando le frota la cabeza con sus cinco dedos
ronronea aposta, así,
su amo, se siente realizado.

Cuando este ha salido,
espera en la entrada,
paciente, su llegada.

Es feliz cuando aparece de nuevo
con bolsas llenas
que luego mete en la nevera.
Sabe que en alguna de ellas está su comida.

Con el cuerpo lleno de energía
corre por toda la casa
persiguiendo un punto de luz rojo
que su amo mueve sin parar.

Él ya sabe que es su mano
quien maneja el punto de luz,
pero también sabe que a su amo
le agrada pensar que él no se da cuenta,
así se siente superior, más inteligente.

Le relaja sentir el roce del cepillo en su cuerpo
y oír el tirar de la cadena
que se lleva su pelo muerto.

Le gusta verle arrodillado,
cogiendo sus mierdas y tirándolas al baño,
en verdad, es un poco humillante.

Pero lo que más le gusta
es cuando le da de comer
un poco de hígado fresco.

Cuando lo mastica
olvida todo lo demás.