03 de desembre, 2007

Frágiles como los patos

Habían salido de excursión
temprano por la mañana.

El sol les daba de lleno en la cara
mientras subían cuesta arriba
por el calvero de la montaña.

Entraron en un bosque frondoso
y el monitor con amabilidad
les pidió que se dieran todos de la mano,
no quería, y se supone que temía,
que alguno de los pequeños
se distanciara y se perdiera.

Los niños estaban disfrutando
de la naturaleza que les rodeaba,
pisando la maleza o esquivando las ortigas.

Llegaron a un puente colgante,
un poco viejo, de esos de antes
que fabricaban con cuerdas y maderos,
y empezaron a cruzarlo con cautela.

Era una imagen magnífica contemplada a lo lejos,
diez niños de diez años cruzando tras su monitor
por aquella pasadera suspensa en el aire.

Por desgracia el puente cedió
y cayeron chillando de terror al vacío.

Los que no murieron con el impacto
se ahogaron de inmediato.

Y surcaron frágiles como los patos
por el ancho caudal del río
hasta llegar al final de la cascada
y caer por el alto acantilado.