Me gusta ver el mar,
el ruido furioso de las olas en la noche
intentando apagar a la luna llena.
Él apenas escuchó sus palabras.
A su alrededor no había nadie y
miraba fijamente como la brisa marina
ponía la piel de gallina a su bella presa.
Ella sintió sus frías manos en sus pechos.
No estaba preparada para ello y
se quitó con rabia las zarpas de su cuerpo.
A él no le gustó aquel atrevimiento.
No existía aún mujer alguna
capaz de rechazar su oferta y
molesto la agarró con fuerza.
Ahora era el mar
quién miraba angustioso la escena y
el ruido furioso de las olas en la noche
solo apagó los sollozos
de aquel incendio
originado en la arena.
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