15 d’abril, 2007

Agujeros


Tengo la necesidad imperiosa
de llenar agujeros continuamente.

Cuando voy andando por la calle
procuro siempre cubrir
los agujeros de las cloacas
con lo que sea.

Si en una pared hay una fisura
la lleno de yeso
y si no la hay, mejor,
la fabrico clavando un clavo.

Introduzco monedas
en las máquinas tragaperras,
en las máquinas expendedoras
o en las cabinas telefónicas.

Disgustado, a veces,
alimento alguna rejilla afortunada
que bajo mis pies descansa.
Es una buena putada.

Las botellas vacías
las relleno con agua del grifo.
Bueno es el reciclaje.

Llevo los bolsillos llenos,
grave error sería llevarlos vacíos.
Uno nunca sabe con qué imprevisto
tendrá que enfrentarse.

A menudo, los pájaros hacen agujeros
en los árboles más gruesos
para dar cobijo a sus polluelos.
Es útil y eficaz taponarlos
para que no les entre el frío.

Los cubos de la basura
son mi especialidad.
Los suelo llenar de infinidad
de cosas inimaginables:
papeles y bolsas de plástico.

Es de agradecer
que las clavijas ocupen el espacio
que les ceden las hembrillas.
Es muy tonificante.
Pero cuidado con electrificarse.

Un palillo entre la ranura del interruptor
de encendido y apagado del televisor,
cuando este falla o hace el tonto,
es más útil de lo que imaginan,
pueden probarlo.

Un VHS bien elegido
hace maravillas
dentro del video.
Recen para que no llegue
la fastidiosa censura.

Y un CD o DVD
aún son más gratificantes
si a él que escoge
le ampara el buen gusto.

Rellenar un vaso,
me contengo de contar su contenido,
para llevarlo a la boca,
atiborrada de garbanzos
y empezar a conversar
con los amigos presentes.
Mi cuerpo siempre pide
hablar con la boca llena.

Meter todo mi ser en aguas termales.

Acoplar las baterías y las tarjetas de memoria
en cualquier producto electrónico.
Si se trata de una cámara
sacar luego buenas fotos.

Acercar el ojo a la mirilla de la puerta,
sobre todo cuando algo sucede detrás de esta.

Sacar punta a un lápiz
para ver con qué gracia
se desprende
la parte sobrante.
¡Ay pensamientos impuros!
¡Salid de mi cabeza!

Mis pies en mis pantuflas.
Mi anillo en el dedo.

Hay tantos agujeros que piden ser llenados
que a menudo los más importantes
son inexplicablemente olvidados.