26 d’abril, 2007

El otoño otorga

El otoño parece oscuro, triste.
Las hojas caen una a una dando fin
a un millar de ilusiones.
Pero estas no se van,
se amontonan en el suelo
a la espera de que algún barrendero
las guarde en su cesta.
Si alguna vez un afortunado las pisa,
ellas con un crujido se expresan.
Es la estación del pulso sin descanso
entre el frío y el calor.
Nadie gana, quedan empatados.
Por pocas semanas hacen las paces.
Su riña es una sonrisa de niña.
El otoño da frutos,
que aunque no sean los más preciados
son cálidos, tienen buen corazón,
te llegan al estómago
en el momento oportuno.
La gente se encierra en casa
preparándose para el invierno,
duro, agresivo e inflexible.
Tumbada en la cama
la chica más bella
se cubre su rostro con una sábana.
El otoño no quiere lastimarla,
le permite un sueño profundo.
Siempre quedará aquel banco vacío
donde hace ya años
besaste por primera vez a tu chica.
Quizás ya la hayas perdido,
pero su recuerdo sigue vivo
en aquel parque.
Una imagen yace en tu mente,
la otra en el árbol pelado.